El baile, copiloto en el viaje de tu vida

No pierdes nada por el baile, lo inviertes en valores y una personalidad más madura y firme.

Todo bailarín profesional ha tenido que decir que no a muchas cosas. 

Se ha perdido salidas con amigos, comidas con la familia, celebraciones de cumpleaños, comuniones, amistades e incluso parejas sentimentales. Pero, ¿realmente son pérdidas o son inversiones?

Aprender a bailar – aprender a cuidar

El baile es como tu peluche favorito cuando eres niño. Lo llevas siempre contigo. Si vas a cualquier sitio sin él, todo carece de sentido. Si lo pierdes durante un tiempo, te invade la tristeza. Si lo pierdes para siempre, pierdes el norte y te puede costar hasta años reponer (incluso hay niños que recuerdan su peluche favorito toda su vida).

El baile no se crea solo, no crece y evoluciona como por arte de magia. El baile no es un cactus que vive de lo poco que le cae del cielo: debes mimarlo, regar a menudo, cuidar que no se queme ni le dé mucho el sol. El baile es una orquídea. Este aprendizaje vital lo entiendes desde el primer momento en el que entras en tu sala de baile. Si bailas un día y no bailas más, aquello aprendido se te olvidará. Si no ensayas, no crece y no perdura.

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Problemas de convivencia con el baile – perseverancia

Como bailarín, a menudo te preguntas el porqué de todo:

“Para qué tanto ensayo, ya me sale bien”, “Porqué ensayar un sábado por la mañana a primera hora”, “Si hoy no bailo, tampoco pasa nada”, “¿No invierto demasiado por lo que recibo?”, “¿Me estaré perdiendo la vida?”

Son preguntas comunes que bailarines y/o deportistas se suelen hacer. Incluso pueden no ser preguntas puntuales, sino de las que les vas dando vueltas durante muchos años, de las que te quitan el sueño y te hacen estar de mal humor. Pero el secreto está en seguir bailando, en convivir con ello a pesar de que esas cuestiones te taladren la cabeza. No decaer. Como la mayoría de problemas, cuando los miras con perspectiva parece que se han evaporado, que ya no son un quebradero de cabeza y que han perdido importancia.

Con el tiempo, miras atrás y te acuerdas de aquellos pensamientos negativos que casi te hacían decaer y tirarlo todo por la borda. Y al mismo tiempo miras hacia abajo y ves la mejora que han tenido tus pobrecitos pies que antes no eran capaces ni de aguantar los zapatos 10 minutos seguidos y ahora pueden bordar hasta lo más técnico.

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Frustraciones – evolución, responsabilidad y madurez

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El hecho de equivocarse, de caerse, de hacerlo “mal” te está ayudando.

Te está ayudando a crecer. Aprenderás de ello y eso te hará evolucionar.

La responsabilidad de seguir adelante es un ejemplo de madurez y de crecimiento personal. El aprender a digerir las malas sensaciones y frustraciones te hace desarrollarte.

 

Esta madurez, al ser un aspecto que forma parte de tu personalidad, te va a servir para muchos aspectos de la vida. Los problemas cotidianos que puedas ir encontrando en tu día a día, discusiones, frustraciones futuras… Para todo ello tendrás una herramienta más en tu cerebro para resolverlo.

Después de leer todo esto, piénsalo bien.

El baile es tu copiloto. ¿Podrías vivir sin él? Sí, pero tu viaje sería mucho más aburrido. Sin nadie que te recomiende canciones, sin nadie que te cante cuando te entre sueño o que te guíe cuando te has perdido. 

A veces el copiloto se hace un poco pesado o incluso difícil de entender, pero sabes que en el fondo tiene un valor incalculable y lo necesitas.

La vida, es mucho mejor bailando.

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Ven a aprender y saca el bailarín que llevas dentro.